Por Gabriela Camero  

El siguiente es un artículo de opinión del periodista estadounidense Matt O’Brien que explica, en el periódico más antiguo de Washington, a qué se debe el inminente colapso de la economía de Venezuela.

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La única cuestión ahora mismo es saber cuál de los dos colapsará totalmente primero, si el gobierno o la economía de Venezuela.

La palabra clave aquí es “totalmente”. Ambos están sufriendo una agonía fatal. Del mismo modo, el partido del gobierno perdió las elecciones de la Asamblea, dándole la mayoría a la oposición, y es difícil creer que el oficialismo va a mejorar en algún momento, o quizás nunca lo haga.

Las obligaciones gubernamentales, después de todo, no tienden a ir nada bien cuando, de acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, la economía se redujo un 10% en un año, y un 6% adicional el próximo, y la inflación se encuentra en un 720%. No es de extrañar, entonces, que los mercados esperen que Venezuela declare un default de su deuda en un futuro próximo. El país está básicamente en bancarrota.

Esto no es nada fácil de lograr cuando se tiene la más grandes reservas de petróleo en el mundo, pero Venezuela lo ha conseguido. ¿Cómo? Bueno, con una combinación de mala suerte y políticas erróneas. El primer paso fue cuando el gobierno socialista de Hugo Chávez comenzó a gastar más dinero en la gente pobre, ofreciéndoles de todo, prácticamente, desde la gasolina a dos centavos de dólar, hasta dar viviendas gratis. Ahora, no hay nada de malo con esto —de hecho, es una buena idea en general— pero solo si se puede tener el dinero para cubrir los gastos. Y desde 2005, más o menos, Venezuela no lo ha tenido.

¿Por qué no? La respuesta es que Chávez cambió la compañía de petróleo del Estado, y pasó de ser una que trabajaba profesionalmente a una que raramente lo hace bien. Las personas que sabían lo que estaban haciendo fueron reemplazadas por personas leales al régimen, y las ganancias llegaron, pero no las nuevas inversiones. La última parte presentó grandes problemas, debido a que el crudo venezolano extra pesado necesita ser mezclado o refinado —proceso que no es económico— antes de que pueda ser vendido. Así que Venezuela no ha sido capaz de producir todo el petróleo que se necesita para mejorar, o incluso hacerle mantenimiento, a la infraestructura. Específicamente, la producción de petróleo cayó 25% desde 1999 a 2013.

El resto es una triste historia. Incluso con precios del petróleo de tres dígitos, el gobierno venezolano se mantenía en cifras rojas, cuando se gastaba más en las personas y al mismo tiempo se producía menos crudo. Así que hizo lo que todo Estado en ruinas hace cuando el dinero se acaba: imprimir más billetes. Mucho, pero muchísimo más. Mucho más de lo que se puede contar desde que el precio del petróleo comenzó a colapsar a mediados de 2014. El resultado de todo este dinero impreso, es que la divisa venezolana, como el mercado negro indica, perdió 93% de su valor en los últimos dos años.

Esto probó que Lenin estaba equivocado. Corromper las divisas es, en realidad, la mejor manera de destruir el sistema socialista, no el capitalista.

Ahora, ha salido a colación la tasa del mercado negro venezolano. Hay una buena razón para ello. El gobierno de Venezuela ha intentado negar la realidad económica con el precio y el control de cambio. La idea consistía en que esto podía detener la inflación sin tener que detener la impresión de dinero indicándoles a las empresas el monto que estaban autorizadas a cobrar por sus productos, y dándoles a dólares lo suficientemente económicos para que pudieran vender a los precios estipulados. El problema con esta idea es que no es rentable para las compañías que no están subsidiadas con el dólar oficial, y tampoco es lo suficientemente rentable para las compañías subsidiadas que pueden vender sus dólares en el mercado negro en vez de importar mercancía. Esto ha dejado a los supermercados de Venezuela con escasez de alimentos, sus cervecerías sin el lúpulo suficiente para elaborar cervezas, y sus fábricas sin la pulpa suficiente para producir papel de baño. La única cosa de la que Venezuela está bien abastecida es de colas.

El gobierno ha comenzado a racionar los alimentos, decidiendo qué día la gente puede ir a comprar comida en base al último dígito de su cédula de identidad.

Y las cosas solo empeoran. Esto es debido a que el presidente socialista Nicolás Maduro ha cambiado la ley para que la oposición, que controla la Asamblea Nacional, no pueda remover al presidente del Banco Central de Venezuela, o designe a alguien más. Como si no fuera suficiente, Maduro escogió como ministro de Economía a alguien que ni siquiera cree que algo como la inflación exista en la economía del país. “Cuando una persona va a una tienda y encuentra que los precios han subido” dijo el nuevo ministro, “ellos no están en presencia de la ‘inflación’, pero sí en presencia del negocio parasitario que está tratando de obtener todas las ganancias posibles”. De acuerdo con esta “teoría”, imprimir mucho dinero nunca causa inflación. Y Venezuela va a continuar con estas medidas, hasta que ya la economía no pueda seguir aguantando. O Maduro se vaya primero.

Pero, por ahora, un espectro está rondando a Venezuela. El espectro de políticas económicas fallidas.

Reflexión: Una divisa moribunda

El artículo de opinión que usted acaba de leer fue publicado por Matt O’Brien en The Washington Post, y sirve para tres cosas: para conocer la visión extranjera que se tiene al respecto de la economía de Venezuela, describírsela a aquellos que no tengan manera de enterarse del colapso inminente al que se enfrenta el país, y como una manera de anunciarnos lo que ya se siente en las calles.

Solo queda agregar, que realmente estas políticas a “favor” de los pobres no fueron estructuradas de manera eficaz y, aunque suenan buenas y atractivas en papel, al momento de la ejecución se encontraron muchísimos hoyos negros, huecos que todavía no se han podido sanar a pesar de los años que estos programas sociales tienen en circulación.

Los venezolanos están viendo como el bolívar, su moneda nacional, está agonizando y continuará haciéndolo mientras que las políticas del gobierno continúen golpeándolo una y otra vez. Los verdaderos afectados de esta calamidad no forman parte del gobierno, sino lo son el resto de venezolanos que deben ganar en una moneda moribunda y administrarse en un ambiente donde la inflación maneja los precios y la escasez impera cuando se quiere adquirir distintas mercancías. Por otro lado, ahorrar mediante el bolívar se ha convertido en una especie de broma de mal gusto. El valor del bolívar cae cada vez más, y actualmente el sueldo mínimo venezolano, a tasa del mercado negro, está a 9 dólares al mes. Un profesional gana entre 10 dólares a 20 dólares al mes.

Bitcoin al final del camino

Bitcoin todavía está entre los 300 dólares, acercándose a los 400 dólares. A pesar de las caídas en su precio, la moneda digital continúa siendo una mejor opción para que los venezolanos resguarden su dinero y se protejan de la inflación. Ante el colapso inminente, es mejor protegerse mediante una divisa que no conoce límites ni barreras.

Hay maneras en que los venezolanos pueden adquirir Bitcoin, como entrar en el mercado de SurBitcoin. De esta manera, también se protegen de los riesgos que tiene el mercado negro.

Por otro lado, el colapso de la economía de Venezuela es una prueba de por qué Bitcoin triunfa cuando las divisas nacionales fracasan. Si Venezuela llegara a colapsar completamente, ¿qué ocurriría, tanto para los venezolanos como para la adopción de Bitcoin?

Fuente: The Washington Post Versión de Gabriela Camero.

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