Por Gustavo López  

El polémico anuncio de Nicolás Maduro sobre la creación de una criptomoneda venezolana ha generado opiniones de lo más radicales. Muchos sostienen que el Petro no servirá de nada y que el país continuará sumido en la crisis económica.

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Aquellos que en realidad entienden lo que se persigue con activos como Bitcoin y Ethereum, saben que los mismos no son algo negativo sino incomprendido. Por culpa de personas que participan en delitos que sacan provecho de las innovaciones tecnológicas, en la opinión pública las criptomonedas muchas veces son asociadas con ilegalidad. En 2014 el público que respaldaba a las criptomonedas era mucho más pequeño que ahora, y con una divisa madre que superó la barrera de los 11.000 dólares el martes 28 de noviembre –el crecimiento es superior a un 1.215%, respecto a los 750 dólares que Bitcoin costaba al finalizar noviembre de 2016–, la influencia de los activos virtuales no deja de propagarse con un ritmo sorprendente. Gobiernos como los de Israel, México y Rusia, que hace unos años tenían una opinión tan radical como inquebrantable, poco a poco han ido suavizando sus posturas en algunos tópicos del área.

En especial en los países del tercer mundo que atraviesan graves problemas económicos, las criptomonedas se han convertido en aliadas de los ciudadanos que desean proteger su dinero de monstruos como la inflación. Estos territorios, por lo general, no son progresistas cuando se trata de adoptar nuevas tecnologías –ya sea por temor, ignorancia o el ímpetu de alejar todo aquello que pueda erosionar su poder– y muchos de ellos no brindan acceso a los mercados extranjeros. Un caso muy emblemático es el de Zimbabwe, el país africano que vio cómo su sistema agrario colapsaba en el año 2000 y su inflación se disparaba en un porcentaje mayor a 230.000.000 %. Después de 8 años de una crisis en la que también figuró el aislamiento internacional, el ex presidente Mugabe, quien, a causa de una reciente intervención militar, renunció al mandato de su país –estuvo en el poder durante 37 años–, apostó por una desmesurada impresión de billetes, lo que se tradujo en un incremento aún más elevado en el costo de los productos básicos y, claro está, en desproporcionados índices de emigración.

Es por este tipo de situaciones que la promesa de los criptoactivos resulta tan atractiva para millones de personas, pues este tipo de activos digitales plantean depositar la confianza en un esquema que no está gobernado por ninguna institución, uno que les brinda a los usuarios la tranquilidad de que su dinero ahorrado no perderá poder adquisitivo en un parpadeo. El caso de Venezuela ha sido uno de los más llamativos en los últimos años, pero ahora, cuando no falta mucho para que culmine el año 2017, las alarmas resuenan con la suficiente intensidad para que no sean pocas las miradas internacionales puestas en el país, territorio que cuenta con un estricto control de cambio y que ha visto cómo el valor del bolívar se ha desplomado como nunca antes en su historia. Tal es el caso de que, en diciembre del año pasado, un dólar se cotizaba a 2.650,75 bolívares en el mercado negro y, para este momento, la cifra se ha incrementado hasta situarse en más de 103.000 bolívares, es decir se ha incrementado en 3.886%.

Ante esta situación, no es de extrañar que muchos de los datos sorprendentes en LocalBitcoins, la famosa plataforma para el intercambio entre moneda fiat y BTC, sean precisamente de Venezuela. En agosto salió a la luz que los venezolanos cambiaron casi 11 millones de bolívares en el sitio –más de 24 veces el sueldo mínimo actual, que es de 456.507,44 bolívares–, y, curiosamente, esa cantidad ahora es la mínima que muchos vendedores están exigiendo para negociar la compra de bitcoins en la plataforma. El gobierno cuenta con graves problemas de liquidez y en los últimos meses estuvo sonando el rumor de que se estaba barajando la opción de desarrollar una criptomoneda nacional, especulación que generó una división de opiniones, pues, si bien es cierto que no hay leyes venezolanas que prohíban el uso de criptomonedas, los arrestos a mineros que se efectuaron a lo largo del año generan suspicacias entre los adeptos a las divisas electrónicas que residen en el país.

Sin embargo, el tiempo ha dado la razón a los que creían que la posibilidad era sumamente factible, ya que en su más reciente comunicado el presidente Nicolás Maduro afirmó que Venezuela desarrollará su propio criptoactivo, el Petro, con el objetivo de “impulsar avances en el ámbito de la soberanía monetaria y vencer los bloqueos financieros”. Aunque el presidente no dio detalles específicos ni habló sobre una fecha de lanzamiento, destacó que la moneda digital estará respaldada por las reservas venezolanas de oro, petróleo, gas y diamantes. El anuncio refleja la intensidad con que las sanciones económicas de los Estados Unidos están perjudicando la capacidad de la nación para mover dinero a través de los bancos internacionales, medidas que el país ya estaba tratando de eludir con la sustitución del dólar por monedas como yuanes y euros en sus negociaciones extranjeras.

Considerando que el bolívar ha caído en un 57% frente al dólar sólo en el mes de noviembre, las probabilidades de que el anuncio genere un poco de alivio entre millones de venezolanos son prácticamente inexistentes. De hecho, la oposición no reaccionó nada bien a la noticia, alegando que el mandatario no ha hecho nada por frenar el colapso económico y que es muy posible que su nuevo plan no llegue a buen puerto.  El economista Ángel Alvarado y su colega, José Guerra, comentaron a Reuters que la medida no tiene credibilidad y que no ven un ápice de futuro en ella, además de “ser una manera sofisticada de entregar la soberanía petrolera para pagar las deudas del país” –esta última, opinión de Alvarado–; por su parte, la presidenta del Control Ciudadano para la Seguridad, la Defensa y la Fuerza Armada Nacional, la abogada Rocío San Miguel, calificó a la moneda como “una lavadora para seguir saqueando Venezuela”, mientras que el profesor en Derecho Constitucional de la Universidad Central de Venezuela, Julio C. Fernández, afirmó que “el Petro no tiene cómo colocar las garantías establecidas –reservas de petróleo, gas y diamantes–”, puesto que las mismas, a su modo de ver, no pueden enajenarse. Asimismo, Beatriz Becerra, demócrata española y vicepresidenta de la Subcomisión para los Derechos Humanos del Parlamento Europeo, manifestó que el activo es “una nueva forma para ahondar en el precipicio económico del país”.

No obstante, Maduro insiste en que está haciendo todo lo posible para detener una conspiración orquestada desde Washington, cuyo único fin es sabotear su gobierno y poner fin al socialismo en América Latina. Queda por ver si el Petro verá la luz en una Venezuela cargada de problemas.

Fuentes: Reuters, Bitcoin.com, RT, Twitter.

Artículo original de Gustavo López para Diario Bitcoin.

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